Nos hallamos (o no) ante una fotografía costumbrista. El ojo educado puede disfrutar advirtiendo variopintos matices, por ejemplo: El hombre que decide formar parte de la sillería de la Iglesia. El juego del pavimento, entre la sombra inhumana y el delirio decorativo. La placa ilegible. El bolsillo transparente. El zócalo que sustenta la cabeza ayudando a los hombros. El ojo mal educado también puede disfrutar, ciertamente. Pero es otra cosa.
Nos hallamos (o no) ante una fotografía costumbrista. El ojo educado puede disfrutar advirtiendo variopintos matices, por ejemplo: El hombre que decide formar parte de la sillería de la Iglesia. El juego del pavimento, entre la sombra inhumana y el delirio decorativo. La placa ilegible. El bolsillo transparente. El zócalo que sustenta la cabeza ayudando a los hombros. El ojo mal educado también puede disfrutar, ciertamente. Pero es otra cosa.
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